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jueves, 25 de julio de 2013

EL LLANERO SOLITARIO: UN ABOGADO CON ESPÍRITU DE ESTUDIANTE DE DERECHO



Por Natalia Mendoza Servín
 
 
En el año 2013 se estrenó en México la película del Llanero Solitario, dirigida por Gore Verbinski, basado en el Llanero Solitario (The Lone Ranger) de George W. Trendle y Fran Striker.
A diferencia de la mayoría de las películas en las cuales, los personajes que representan algo de la vida del abogado o del quehacer judicial son seres corruptos y despreciables por el resto de las personas que se desenvuelven dentro de la trama. El protagonista John Reid (El Llanero solitario) es un abogado diferente, puesto que frente a toda adversidad que implica hacer justicia (en el caso de la película, justicia por su propia mano), la voluntad de John se tuerce a favor de lo que la ley ordena.
A pesar que su compañero de equipo, el nativo Toro, le hace ver que la justicia que aprendió en sus aulas de clase no existe, John se niega a matar o torturar a sus enemigos y considera que lo correcto es llevarlos ante los fiscales, quienes se encargarán de juzgarlos conforme lo que las leyes dispongan.
Sin embargo, los hechos le hacen ver la realidad: las personas que tienen el poder en los pueblos y los delincuentes, son acérrimos aliados, que incluso intentan poner fin a la vida de John, quien, finalmente, admite con nostalgia que Toro tenía razón y, que la justicia por la que siempre luchó no existe.
Las películas que muestran al abogado como corrupto, reflejan lo que la sociedad piensa de este gremio profesional, y que, hasta cierto punto, tiene su grado de verdad. Sin embargo, el Llanero Solitario representa la ingenuidad con la que muchos deciden estudiar derecho.
Recuerdo mi primer día en la facultad de leyes. Un profesor nos preguntó: ¿Por qué decidieron estudiar derecho? Varias de las respuestas de los entusiasmados estudiantes de primer semestre tenían un sentido de compromiso frente a la sociedad relacionado con la sed de justicia.
Con el paso de los semestres, y sobre todo, al final de la licenciatura, la pregunta hecha por aquel profesor quedó en el olvido por algunos de los estudiantes, y las respuestas de mis compañeros tampoco volvieron a expresarse en los hechos, ya que de forma consciente o inconsciente habían cambiado de parecer.
Algunos de los alumnos que trabajaron y estudiaron a la par, hundieron en la memoria aquel motivo que los llevó a estudiar derecho y se dedicaron de forma mecánica al trabajo de la abogacía. Algunos otros decidieron formar parte de actividades políticas que los llevaron a actuar según el modelo clásico del abogado en la sociedad: el que roba, estafa o corrompe.
Otros, de forma consciente y tras momentos de reflexión, originados quizá de dolorosas experiencias prácticas, se dieron cuenta de que la justicia que ellos creían, y que incluso, la misma universidad hace creer que forma parte de la realidad, no es palpable.
Finalmente, la gran mayoría de los jóvenes que solo se desenvolvieron en las aulas, salieron de la facultad sabiendo como testigos de oídas que estaban por enfrentarse a un sistema jurídico viciado que estaban dispuestos a vencer. ¡Buena suerte a todos ellos!
Casos más drásticos son aquellas personas dedicadas a la literatura, la filosofía y otras ciencias sociales que comenzaron estudiando derecho y con el tiempo, decidieron estudiar alguna otra cosa al considerar que la carrera de leyes era una burla y hasta cierto punto perniciosa e inútil.
Como pasante de derecho y futura abogada estoy consciente de la realidad del sistema de justicia mexicano… de lo utópico e infernal que puede llegar a ser, sin embargo, considero que esa chispa del estudiante de leyes que concibe al derecho como la herramienta pilar de la justicia, o que al menos, puede  hacer que las cosas mejoren no debe abandonarnos jamás.
Quizá, aquellos que amamos el derecho nunca alcanzaremos la anhelada justicia, quizá nuestra causa siempre estará perdida…pero sigamos al pie del cañón, luchando por lo que quizá nunca será.


jueves, 18 de julio de 2013

Los abogados en el cine ¿buenos o malos?


No es de extrañar que el cine, incluso el de animación vea en los abogados a unos seres despreciables, dispuestos a todo si es que se les llega al precio, ciertamente los courtroom drama a veces nos presentan algunos abogados que se desisten e incluso llegan actos de heroísmo, como en Justicia para todos (Norman Jewison, 1979), es más, resulta rentable mostrar a través del cine la transformación del abogado codicioso en un abogado altruísta como en El defensor (Brad Furman, 2011), pero lo cierto es que en el imaginario popular el abogado sea una clase de persona que no piensa en los demás sino en sí mismo:
 
En la película de dibujos animados Bee movie (Simon J. Smith y Steve Hickner, 2007) una abeja que simboliza las expectativas y anhelos humanos, rompe las reglas y comienza a comunicarse con ellos, se da cuenta de la explotación laboral que viven los de su clase y se propone llevar el asunto ante los tribunales siendo él mismo el abogado, el caso se gana pero eso atrae una consecuencia negativa para el ecosistema pues se termina parte de la polinización, las abejas tendrán que regresar al trabajo pero ahora habrán ganado reconocimiento y derechos. La abeja abogado monta su despacho para atender otros animales en la misma situación.

En la siguiente escena una vaca se queja de explotación, lo interesante es la frase que el socio de la abeja dirá a la vaca: