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lunes, 22 de noviembre de 2010

¿Regula el cine nuestras vidas?



Cuando comienza uno a analizar cine, por las razones que se quiera (para tener motivo de plática, para ponerlas como ejemplo en el salón de clases, por puro gusto) la primera cuestión que enfrenta “el crítico” es la sobre abundancia de temas y películas provenientes de los Estados Unidos, es un hecho que no se puede ocultar desde el propio nacimiento del cine, industria entonces sólo disputada por franceses. Lo cierto es que los norteamericanos han convertido de la industria fílmica casi un monopolio contra el que cines nacionales no pueden luchar. Como lo afirmaba en su Azarosa historia del cine americano, Lewis Jacobs “…lo cierto es que la cinematografía se ha convertido en una expresión esencialmente norteamericana y su historia es parte de la historia nacional de los Estados Unidos” y por tanto parte de la historia de su proyecto colonial.

Ciertamente por razones altruistas, de comercio justo, nacionalistas e intelectuales puede argumentarse que es preferible ver cine nacional de autor o también llamado cine culto, pero como en todo, a veces el cine culto parece tan inculto, y el cine comercial tan atractivo. Pero más allá de posturas snob, intelectualoides o prejuiciosas de los prejuicios del cine comercial, lo cierto es que aquellas películas venidas de Hollywood, pensadas para atraer masas y tener ganancias demenciales, tienen un impacto jamás soñado por otros medios de transmisión de ideas como la literatura o incluso la misma televisión. Películas como Avatar han atraído a personas de diferentes culturas a las salas de cine por millones, por lo que cualquier recato academicista está de más, para el investigador social esto es oro molido, el cine comercial por su naturaleza explota lugares comunes, prejuicios, imaginarios, mitos, temores de una cultura global, sus implicaciones y trascendencia están todas por estudiarse.

A la pregunta ¿regula el cine nuestra vidas? Habría en principio que responder que sí, aunque inmediatamente habría que matizar a través de otros cuestionamientos como ¿en qué sentido?, ¿en qué medida?, ¿a qué tipo de personas?, etc; y más allá de una respuesta solamente de estadística o cuantitativa, habría que estudiar las razones y los efectos en la vida social.

La cuestión se torna interesante si comenzamos a hablar del cine como un fenómeno que forma cultura, desde los 60’s nadie puede escapar de una cierta influencia generacional, tal vez sean los niños los más susceptibles a ser formados a través de las imágenes evidentes y subliminales, lo cierto es que es difícil determinar en qué grado nos afecto una idea proveniente del cine.

Aquí se abren unas líneas de análisis un poco más específicas, en primer lugar está la propia historia del cine, sumamente interesante porque desde sus inicios productores y gobernantes se dieron cuenta del potencial que tenía el lenguaje cinematográfico, por otro lado el cine al contrario de otras artes en sus inicios tuvo una fuerte matriz popular, la facilidad del aparato de los Lumiere permitió montar carpas en lugares impensables incluso para los gobiernos, e independientemente de la manipulación que podía realizarse a través del cine, lo cierto es que también había una alta carga de “educación popular” simplemente porque personas de todos los niveles sociales e incluso analfabetas podía ver imágenes de lugares distantes, de máquinas maravillosas, de costumbres estrambóticas y eso forma porque al menos se tiene un punto de comparación. Este elemento per-formativo del cine no se ha perdido ni siquiera como lo predijeron algunos pesimistas con la llegada de los aparatos caseros como la videograbadora, el DVD o el blue ray aunque estos incluso sumen para la difusión de las grandes producciones y sus mensajes.


Tal vez el primer cine, el cine de las guerras, el de la posguerra y el de la guerra fría sufrió la censura o la ideología y hoy la transparencia y la crítica han alcanzado incluso al cine comercial, nuevamente sirva como ejemplo Avatar donde muchos suponen una crítica al belicismo, falta de coherencia de la política intervencionista yankee y falta de cultura ecológica al gobierno de los Estados Unidos y del propio pueblo norteamericano. Independientemente de que esto sea cierto, lo que podemos observar es que quien asiste a una superproducción no puede quedar al margen de formarse una idea de las cosas, como por ejemplo de la historia incluso de la reciente. Muchos no sólo salen fortalecidos respecto de un argumento a favor o en contra de lo que vieron en la pantalla sino que incluso lo asumen como forma de vida tal es el caso de fans de series (sagas incluso en el sentido nórdico del término) como Star Wars, Harry Potter, Matrix, El Señor de los Anillos, etc el cine genera cultura para bien o para mal.

Por otro lado es claro que un tema recurrente en las películas es la justicia en sus variadas formas, y de igual modo, la vida social, su negación violenta (cine negro) y el derecho en sus variados matices, tal vez por esto profesores e instituciones públicas hoy han recurrido (sin mucho método a decir verdad) a la proyección de películas para ilustrar algún tema que les interesa resaltar, y como en cierto sentido “para crítico no se estudia” pues cada quien va haciendo su esfuerzo de modo empírico aunque en realidad hay demasiados estudios sobre análisis de cine como para no emprender al menos una formación autodidacta.



 
Por último un caso que leímos en el Le Monde diplomatique, en su versión colombiana (septiembre 2010, p. 35) “Los recursos de la militancia ‘Avatar’” en febrero de este año un grupo de palestinos, israelís y otras personas se pintaron de azul y se colocaron orejas puntiagudas simulando a los navi de la película de Avatar y realizaron una manifestación pacífica contra el ejército israelí que les lanzó gases lacrimógenos, tratando de enviar un claro mensaje al mundo y parangonando su activismo con el mensaje antiintervencionista de la película. Como bien se dice por ahí a veces la realidad supera la ficción ¿será?